San Juan Evangelista
SAN JUAN EVANGELISTA
Fue Galileo, natural de Betsaida, hijo de Zebedeo y de Salome.
Era hermano menor de Santiago el menor a cuyo nombre va de ordinario unido en la enumeración de los apóstoles y propuesto a él.
Su oficio era el de pescador, como lo eran su padre y su hermano. SAN JUAN, se caracterizó por su seguimiento fiel a Jesús; amor filial a la Virgen María. Joven trabajador, Apóstol del Amor, en esto consistió su atrayente santidad y su personalidad inconfundible. La Juanista esta llamada a seguir a Jesús a la manera de San Juan en el mundo del trabajo.
RAZON DE UN NOMBRE
La Congregación de Hermanas de San Juan fue bautizada con el nombre del cuarto Evangelista no por mera devoción de su Fundador hacia el Discípulo amado de Jesús, sino muy particularmente por razones intrínsecas, por juzgar que difícilmente se podría hallar un mejor símbolo, un maestro más seguro, un ejemplar más completo, un estandarte más atrayente que aquel santo Apóstol para una comunidad del siglo XX que aspira a ser, con la ayuda del Señor, para la sociedad moderna una aura nueva llena de vida juvenil, de amor eucarístico, de espíritu mariano, de generosa inmolación interior, de amplio apostolado exterior, con métodos acomodados a las nuevas exigencias y necesidades de la humanidad, de entrega constante y cordial a la labor de asistencia social de las clases necesitadas y muy en particular de la juventud femenina que gana su vida con el fruto de su honrado esfuerzo cotidiano.
Ninguno, en efecto, podría presentarse con tantos títulos a la imitación y al amor de nuestras almas, anhelantes de conquistarlas para Cristo Jesús, que aquel que juntó en su persona, en forma singular, todas estas prerrogativas:
APÓSTOL, uno de los doce llamado directamente por el mismo divino Maestro; el primero del Colegio Apostólico, que con San Andrés conoció al Cordero de Dios, a orillas del Jordán, antes de que Cristo iniciara su vida pública; uno de los primeros también en entregarse a Jesús, con su hermano Santiago dejó, en efecto, en un arranque generoso, rápidamente, sin vacilaciones ni limitaciones cobardes, todo cuanto amaba: su padre, su madre, su lago, su labor predilecta, sus redes, su barca, sus amistades, sus criados, y todo esto unido a la entrega de su virginidad, de su juventud, de su alma tierna y ardiente a la vez, de su corazón “amante del Cordero” e “hijo del trueno”.
Es UNO de los doce apóstoles con quienes Nuestro Señor tuvo particulares deferencias: con San Pedro y con Santiago el Mayor fue, en efecto, testigo ocular de las glorias del Tabor y de las humillaciones del Huerto de las Olivas.
Es UNO de los doce apóstoles a quienes el Señor encomendó misiones especiales. Con San Pedro, el prepara la entrada triunfal del Redentor a Jerusalén; él es el primero en llegar presuroso al sepulcro de su adorado Maestro, al recibir la noticia de su resurrección; y con el mismo Príncipe de los apóstoles es el primero en predicar en Jerusalén y en Samaría a Jesucristo como verdadero Hijo de Dios y Mesías esperado por los hijos de Israel.
Es San Juan el AMIGO predilecto de Jesús, el confidente de los secretos de su Corazón, aquel a quien el Hijo de Dios formó para la santidad y para el apostolado, para la inmolación y para el cielo en la escuela íntima de su amor; el ÚNICO que reclinó su cabeza con toda confianza sobre el pecho adorable del Maestro en el momento solemne de su creación de su amor; el ÚNICO que pudo llamarse a sí mismo “aquel a quien Jesús amaba”; el ÚNICO que lo siguió fielmente y sin cobardía no sólo a todo lo largo de su vida pública sino también a la casa del pontífice cuando fue apresado, por la vía dolorosa y hasta la cima del Calvario; el ÚNICO que presencia el sacrificio redentor; el ÚNICO que recoge sus últimas palabras y recibe el efluvio de su sangre purísima; el ÚNICO encargado de cuidar de la Virgen Madre y de hacer para con Ella las veces de Jesús.
Es Juan el EVANGELISTA DEL VERBO penetra con mirada de águila en los mismos arcanos de la Trinidad para descubrir la generación eterna de Aquel que por nuestro amor nació como hombre en un humilde portal; sabe verter a raudales luz de verdad sobre las mentes y comunicar fuego de amor a los corazones. Sus escritos constituyen además un trabajo perfecto de vida espiritual, pudiendo ser apellidado también EVANGELISTA DEL ESPÍRITU. En ningún libro de la Sagrada Escritura como en las páginas de San Juan se describen con palabras tan precisas y luminosas los maravillosos efectos que el Espíritu Santo obra en las almas. Si el Evangelio de San Juan puede ser llamado el CÓDIGO DE LA VERDAD, la primera de sus Epístolas bien puede denominarse la CARTA MAGNA DE LA CARIDAD. Así podría darse de San Juan la definición que dio Dante del Empíreo: “LUCE DI VERITA PIENSA D’AMORE”. Una luz de verdad llena de amor.
San Juan es el MARTILLO DE LA HEREJÍA en el primer siglo; como sabe atraer a las almas con bondad y mansedumbre de paloma, sabe defender la integridad de la doctrina, de manera especial su base fundamental o sea la divinidad de Jesús, con la bravura del león y los fulgores terroríficos del rayo. A su Evangelio, como a fuente cristalina, irán a beber a través de los siglos el agua purísima de la verdad los defensores de la divinidad de Jesucristo.
Y en sus epístolas irán a buscar todas las generaciones aquellos principios regeneradores y transformadores de individuos y pueblos que sintetizan la doctrina de paz y de amor del Verbo encarnado: “Dios es Caridad. Amémosle porque Él nos amó primero. Amémonos los unos a los otros como Él nos amó. El que no ama permanece en la muerte. El que no ama a su hermano es un homicida. El que dice que ama a Dios y a la vez odia a su prójimo es un mentiroso. Hijitos míos, no os améis con palabras sino con obras y en verdad”. Los ejemplos luminosos de su vida, hasta su extrema vejez, fueron la mejor comprobación de esta doctrina, cifra y compendio de la ley y los profetas que no cesó de predicar de palabra y por escrito y que es la única que puede salvar al mundo a todo lo largo de su peregrinar terreno. Con toda justicia se le llama, por tanto, APÓSTOL DE LA CARIDAD.
San Juan fue además VIRGEN Y MÁRTIR. La predilección que le tuvo el Señor, dice San Jerónimo fue precisamente por su pureza virginal y ésta fue también la virtud que, practicada por él en altísimo grado, le mereció el que Jesús lo hiciera depositario de su Madre. El Virgen encomendó a la Virgen al discípulo Virgen. Y fue también MÁRTIR: bebió hasta las heces el cáliz del dolor que le brindó su Maestro; padeció con júbilo por Él, escarnios, azotes, cadenas, cárceles, falsas acusaciones, destierro y por orden de Domiciano fue arrojado en Roma en una caldera de aceite hirviendo, de la que salió ileso por virtud divina.
Fue por fin PROFETA y el PROFETA DEL NUEVO TESTAMENTO, el cantor de los triunfos futuros de cristo, el vidente de los últimos tiempos. Invita a los hombres a la adoración del Cordero, describiendo con mano maestra la liturgia de la Jerusalén celestial y hace pregustar a los que quieren seguir a Jesús la gloria inefable y eterna de los escogidos.
Quien detenga unos instantes su atención sobre estas razones que no son brotes de sentimentalismo, ni especiosos argumentos para defender un nombre querido, comprenderá los motivos valiosísimos que tenemos para cobijarnos con el manto de San Juan Evangelista, para aspirar a la gloria de llamarnos sus hijos, para invocarlo eternamente con el nombre del Padre, para tenerlo como un luminar y un símbolo de nuestro apostolado, para desear penetrarnos de su espíritu y difundirlo por todas partes, para presentarlo a la juventud y en particular a la juventud trabajadora como un bello ideal, inspirador de pureza, de arranques generosos, de decisión y constancia, de fidelidad y nobleza, de amor al trabajo y de sana alegría, de solicitud filial hacia la Virgen nuestra Madre y de encendido amor a Jesús nuestro Rey soberano y nuestro Amigo del alma; de caridad tierna, abnegada e insaciable hacia el prójimo, en particular hacia nuestros hermanos que luchan y padecen; de convicción profunda e integridad de carácter ; el prototipo, en fin, del cristianismo integral, sin tacha y sin miedo, que sabe pasar por este valle de miserias y de llanto con la dulce y alegre sonrisa de una eterna juventud.
Nos alienta también este pensamiento, repetido hoy bajo distintas formas en escritos de insignes apologistas en himnos de loor a Jesucristo Rey y hasta en maravillosas producciones de arte: “Ha llegado ya la edad del Águila! La época de San Juan ha comenzado”. La promesa que el Santo le hizo en una visión a Santa Gertrudis de hacerse sentir en el mundo nuevamente cuando la humanidad se hallara sumida en el frio glacial del odio, para verter sobre ella todos los tesoros del Corazón de Jesús que él conoció íntimamente en la noche de la Cena, parece que ha comenzado a cumplirse desde el rincón bendito de Paray-le-Monial. Pluguiera al cielo que quienes nos honramos con el nombre de juanistas o sea amantes y seguidores de San Juan, tuviéramos ambién la dicha de participar de su espíritu y de cooperar siquiera en parte al retorno de la humanidad a Jesucristo, siguiendo las huellas luminosas del Apóstol de la Caridad, tratando también de ser como él, en particular para la juventud y para el mundo del trabajo UNA LUZ DE VERDAD LLENA DE AMOR.
Explicación de la Bendición del vino en honor a San Juan Evangelista
Explicacion de la Bendición del Vino en honor a San Juan Evangelista
Explicacion de la Bendición del Vino en honor a San Juan Evangelista